¿Un ministro vago o incapaz?

Artículo de Amelia Salanueva

Carpa PPN ganadería
Carpa PPN ganadería

 Las declaraciones de Alberto Garzón, ministro de Consumo del Gobierno de España, en el periódico británico The Guardian afirmando que España exportaba carne de mala calidad procedente de animales maltratados, no sólo son rotundamente falsas, sino que son absolutamente irresponsables.

Asimismo, suponen un desprestigio del campo español, de la agricultura y de las ganaderías navarra y española. Además provoca un daño reputacional a un sector muy necesario. España vive en buena medida, entre otras cosas, del turismo gastronómico. Todo el mundo afirma que la calidad de la comida española, y de la carne en particular, es extraordinaria, y este daño innecesario a este sector va a traer consecuencias alarmantes si no se le pone remedio.

A pesar de la gravedad de dichas afirmaciones, el Sr. Garzón no se ha retractado, se mantiene en sus trece, pero es que tampoco ha sido desautorizado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que lo mantiene en su cargo de manera sorprendente y ofensiva.

La industria cárnica exporta a más de 130 países, contribuyendo así a reducir el déficit comercial de nuestro país, ya que en 2020 aportó casi 9000 millones de euros de exportaciones a la balanza comercial española. ¿Se imaginan que estarán pensando y haciendo las empresas y/o ciudadanos británicos, alemanes o franceses o de otros lugares del mundo compradores de nuestros productos, que hayan leído o conocido las afirmaciones del ministro Garzón? La irresponsabilidad del ministro pone en riesgo el puesto de trabajo de más de dos millones y medio de españoles que trabajan en toda la cadena, ya que como ministro de Consumo debería saber que sus palabras no sólo afectan a los productores, a quienes parece tener entre ceja y ceja, sino también a la distribución, al transporte y a la logística entre otros.

Haría bien el ministro en recordar que la industria cárnica es la tercera en cuanto a número de empresas en España. La mayoría de ellas, como ocurre en Navarra, son de tipo familiar, crean puestos de trabajo y contribuyen a fijar población en las zonas rurales, esa “España vaciada” de la que tanto se habla, o esa Navarra despoblada que se quiere recuperar,  así como a sostener, cuidar y mantener nuestro rico y variado ecosistema.

Está demostrado que la producción ganadera de carne sólo provoca el 5,8% del total de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo y de ese porcentaje, el 80% proceden de los países en vías de desarrollo.

El sector está comprometido con todas las exigencias legales de las distintas administraciones competentes relativas al bienestar animal y seguridad y calidad alimentaria. Gracias al esfuerzo que vienen realizando durante muchos años, España es un referente mundial en producción cárnica de calidad.

Llueve sobre mojado con el ministro Garzón, porque son ya muchos los ataques gratuitos al sector agroalimentario y también a otros sectores productivos como el de los juguetes o el turismo con la grave crisis que atraviesan todos ellos.

Algunos dirían que el problema es que su ministerio no tiene contenido. Pero no es verdad. Los consumidores españoles están muy preocupados por el precio de la luz, de los combustibles, están angustiados con la subida del precio de la cesta de la compra, y con muchas otras cuestiones que podrían afectar directamente al ministerio de Consumo si su titular quisiera trabajar un poco. Pero es más fácil lanzar cuatro eslóganes facilones -o chulísimos, como diría su jefa y vicepresidenta Díaz-, y sentarse después a descansar de tan ardua tarea.

Otro problema que tiene el señor Garzón es que le puede su desconocimiento del mundo. Muy probablemente no tuvo problema en contar a The Guardian todas las maldades del mundo sobre la carne española porque pensó que en España no nos íbamos a enterar.

En cualquiera de los dos casos, o bien porque tenemos un ministro vago o porque tenemos un ministro inepto e incapaz, los españoles no deberíamos sufrirle en su cargo ni un minuto más. El presidente Sánchez no quiere cesarlo porque eso abriría una crisis con sus socios de Podemos, y le haría tambalear el sillón de Moncloa en el que tan a gusto se encuentra sentado. Lamentablemente, aguantar él en el sillón y aguantar al ministro hablador, sólo por llegar tranquilo al final de la legislatura implica que cuando ellos se vayan, habrán dejado un país en ruina y miseria. Empezando por los ganaderos, siguiendo por los fabricantes de juguetes, y continuando con todos los españoles que en breve no podrán ni pagar la factura de la luz.

Es hora de que se vayan, los dos, Garzón y Sánchez, y que dejen gobernar a quienes sí saben, sí quieren y sí pueden solucionar los problemas de España.  

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